¿La ciencia es cómplice? Cuestionan a embajador israelí en Seúl

palestineinkorea

El pasado 21 de abril, Día de la Ciencia en Corea del Sur, un grupo de 121 científicas y científicos, junto con 25 organizaciones de la sociedad civil y 410 ciudadanos, se reunieron ante la Embajada de Israel en Seúl para exigir la suspensión inmediata de toda cooperación científica y tecnológica con ese país. Bajo el nombre de “Acción de Emergencia de la Sociedad Civil Coreana en Solidaridad con Palestina”, los convocantes acusaron al embajador israelí de “tener sangre en las manos” por el papel que, a su juicio, la ciencia y la tecnología israelíes han jugado en la campaña militar contra Gaza.

La protesta

La primera de este tipo liderada por el colectivo científico surcoreano, tuvo su origen en la iniciativa de cuatro estudiantes de posgrado y contó con el apoyo de agrupaciones como el Sindicato de Estudiantes de Posgrado de Ingeniería y la Red de Profesores Investigadores por la Democracia y la Igualdad. En un comunicado conjunto, advirtieron que “la ciencia no debe convertirse en instrumento de genocidio” y llamaron a las instituciones académicas y gubernamentales a revisar todos los acuerdos de colaboración con entidades israelíes.


Te podría interesar: Maldivas prohíbe el ingreso de portadores de pasaporte israelí en solidaridad con Palestina


Esta acción se enmarca dentro de un movimiento global de académicas y académicos que, preocupados por las implicaciones éticas de sus investigaciones, optan por el “boicot científico” como forma de presión. Los manifestantes subrayaron que no se trata de una reacción antisemita ni de un rechazo a la ciencia israelí en sí, sino de una exigencia para que el avance tecnológico no se utilice en violaciones de derechos humanos. Según uno de los voceros, “nuestros laboratorios y conferencias no pueden ser cómplices de crímenes de guerra”.

La convocatoria tuvo amplia repercusión en redes sociales y entre instituciones académicas de Asia y Europa, donde varios grupos de investigadores anunciaron su solidaridad con la iniciativa surcoreana. Con ello, quedó de manifiesto la tensión creciente entre la ciencia globalizada y las responsabilidades éticas de quienes la practican, especialmente en contextos de conflicto armado.